Siempre me ha gustado ver cómo las actrices a las que admiro van ajustando su estilo al inevitable paso de los años. Conseguirlo no es tan sencillo, pero las tres de las que quiero hablar han conseguido marcarse un diez en sus apariciones y trabajos recientes.

Si habéis visto la película Un montruo viene a verme, quizá hayáis pensado lo mismo.  Sigourney Weaver ha conseguido conservar una imagen fresca y sin retoques a sus sesenta y siete años. 

Su gran altura -mide 1,82m- no siempre jugó a su favor en el mundo del cine, pero aún así consiguió unos de los papeles principales en la película más taquillera del año. 

El papel donde muchas nos volvimos admiradoras suya fue el de Dian Fossey en Gorilas en la Niebla, era difícil no encotrarla encantadora, femenina y hasta sexy, incluso haciendo los gestos para comunicarse con los gorilas. Aunque nunca tuvo un estilo muy difinido, su sonrisa fue siempre su mejor firma. Y la dignidad con la que ha llevado el paso de los años, su mejor maquillaje.

Otra actriz e icono de rebeledía y estilo es Charlotte Rampling. Me reencontré con ella en la excelente serie inglesa Broadchurch. Si no la habéis visto, hacedlo, es maravillosa. Rampling, de sesenta y nueve años, borda su papel del abogada en el difícil caso del que trata la serie.

Similar a lo que sucedió con Weaver, su rebeldía se ha convertido en diginidad. Y lo demuestra tanto en alfombras rojas como en los momentos importantes- aunque dolorosos, de su vida. Como en el reciente funeral de su pareja de muchos años donde nos dio una gran lección de clase, elegancia y saber estar, sin pretensiones.

Y qué decir de la entrañable Meryl Streep, que la semana pasada fue la más mecionada tras su valiente discurso al recibir un Glode Globe honorífico. 

Cómo olividarla en Kramer vs. Kramer y tantas otras películas.

Hasta pronto.

Ruth